jueves, 28 de junio de 2007

Cuando mueren los sueños

Cuando mueren los sueños.

Década del noventa, contacto carnal con el Imperio del Norte. La nación perdía por hemorragia a sus hijos. Fugas de cerebros se sumaban a la mano de obra barata. El éxodo, el destierro voluntario, de aquellos que ansiaban penetrar la cortina del primer mundo.

Pasaron 6 años de aquella partida. El mismo tiempo, que nos llevó recibir el título de Dr.

Yo sabía, presumía que después del título, existe otra realidad. Diferente a los sueños compartidos

La prueba para nosotros, que juntos recorrimos el mismo barrio, escuela y colegio con la promesa de un amor eterno.

Otra historia nos esperaba a la vuelta de la esquina.; a nosotros que corrimos el velo del tiempo, para dar el pequeño gran salto: la carrera universitaria.

Y todo cambia. Ahora nos llaman Dr. Los mismos de siempre, ahora somos diferentes. Dr. el titulo que me quitó mi más preciado sueño.

Recuerdo que mi tristeza en la entrega de diploma, era premonición a la despedida.

Angustia por el futuro, que ella no encuentra aquí. En esta nación herida. Lastimada, violada.

Una infinita congoja me asaltó. Yo perdía un sueño, mientras ella iba en su búsqueda.

La impotencia y el enojo se adueñaron de mi mente. Se juntaron, por ella y por esta nación ultrajada y abandonada.

En la despedida, mis defensas fueron débiles, e inútiles ( como su excusa) cuando le dije:

Ya lo hablamos antes.

Yo no puedo dejar de pisar esta tierra. No puedo olvidar mi pueblo, mi gente, no podría respirar otro aire.

Ella me abrazó fuertemente, mientras entre sollozos me pedía: “ Perdóname, si puedes, solo voy tras de mis sueños”.

Y yo la deje ir. La perdí. Pronto la fría llovizna la envolvió como una mortaja. La misma que, aquella tarde de invierno, cubría mis lagrimas como una túnica,.

Pasaron más de 6 años, de noticias fragmentadas. Comentadas como al pasar por mi amigo de siempre. José, su hermano

No hablar de ella, desde su partida era un acuerdo tácito. Pero, igual, siempre algo se filtraba.

Yo intuía que quizás ella se había casado, o quizás todavía seguía soltera. Esta última condición era una sensación extraña, de deseo egoísta, que me consumía.

Ayer José me dijo: hoy regresa mi hermana, tengo que ir a esperarla a la estación.

Después Sonrió sin alegría, como si se sintiera culpable, y me preguntó: Queres verla?. Acompáñame.

Esta bien, llévame a verla. Respondí automatizado.

Durante el trayecto en el auto, y en la espera en la estación, José hablaba, no sé de que. No sé si algo dije o contesté. Mis pensamientos estaban en otra.

Mi mirada solo esperaba su aparición por la puerta del micro. Pasajeros que bajan. Quizás no vino, pensé. Y como contradiciendo a mis pensamiento aparece en el anden. Ella igual que siempre, aunque algo más flaca. Más mujer, pensé.

Tomado de su mano aparece un niño.3 0 4 años..

Después extasiado, sentí la tibieza de su abrazo, mientras ella me susurraba al oído: él es todo mi sueño.

Yo la abracé con la suavidad de quien abraza a un fantasma, mientras maldecía para mí adentro, al destino por la zancadilla.

Aquella noche, a mis hijos les conté un cuento diferente.

“....había una ves un niño y una niña que se querían muchos, que jugaban juntos, que iban juntos a la escuela...... que tenían el mismo sueño... después vivieron muy felices.... y no fue posible seguir.

Para mis hijos fue el cuento más corto... para mí el más mentiroso… y triste.

URU

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