sábado, 15 de diciembre de 2007

Cristobal

Crónica de Cristóbal (o el gallo canta hasta morir, aunque no ponga huevo).
Por Rubén Guirland

Al alba cantó el” batarás”. Como de costumbre; ese es su oficio. Pero últimamente, en su celo de anunciar la llegada del nuevo día, se ha vuelto muy madrugador, posicionándose en el umbral de la impertinencia y la tolerancia
Sucede apenas se retiran las estrellas del firmamento y entonces queda solo el lucero, rebelde y titilante colgado del cielo.
Lucero mañanero; testigo mudo y cómplice para comunicar al gallo que ha llegado el momento de realizar los torpes aleteos, estirar el cogote y pegar el grito
Ritual místico y mítico, cultura milenaria que figura hasta en la biblia. “Antes que el gallo cante 3 veces”.
Pero para Cristóbal, el paso del tiempo ha forjado otras realidades.
La frase “no de tanto madrugar se ve antes el sol” es ahora una profecía

Cristóbal ostenta un plumaje color tierra rojiza, líder del harén de siete gallinas.
Cristóbal, fue bautizado con ese seudónimo por ser un entusiasta ladrón, descubridor y adelantado, como simple gallo conoce su linaje.
Y su limitaciones
En su momento fue ungido, fue el elegido de entre los pollos a ocupar el trono. Los otros fueron a parar muy pronto en la cadena trófica de la alimentación..
Si no ponen huevos al sacrificio; las gallinas en cambio, están a salvo mientras pongan huevos.
Pero ellas tampoco pueden cantar victoria por haber nacido gallinas.
Cuando dejan de poner huevos, corren igual suerte.
En el mundo gallináceo la situación es ingrata. Hasta el liderazgo es efímero. El gallo paladín del grupo cantará para mostrar su jefatura a los otros pollos próximos a gallos que crecen con intenciones de ocupar el trono. Es más, en este harén competitivo e ingrato el reinado es frágil. Cuando las gallinas se deciden a poner menos huevos, la culpa cae como una espada sobre el gallo. “Que no esta cumpliendo a cabal” su función de fertilizar a las gallinas.
Mundo egoísta, que además los avances de la ciencia ponen en mano del hombre herramientas nefastas para lograr que las gallinas pongan huevos sin necesidad del gallo.
Un chiquotazo al orgullo gallo.
Ingratitud de los avances científicos, que minimiza la misión del gallo y lo deja fuera del goce terrenal, de procrear y traer al mundo pollitos. La ley de la naturaleza truncada.
La ciencia da atajos, la herejía también visita el gallinero.
Ya nadie reconoce el sacrificio del gallo cuando todos los días tiene que correr a todas las gallinas para cumplir su misión. El sacrificio de algunas reyertas con otros gallos joven con intención de destronar. De cacarear solidario cada vez que una gallina pone un huevo.
Globalización, maldición china, que ha llenado al mundo de despertadores en relojes, radios, celulares.
Sacrílego de la ciencia que destrona al gallo madrugador, guardián que por antaño custodia la llegada de un nuevo día.
Cristóbal, sabe que la suerte es efímera y mezquina. Los días soleados son contados, el destino cada vez más lo acorrala. La espada de Damocles busca por igual al gallo reproductor, de riña o cantor. Sin privilegio, por ser macho y no poner huevo. Se viene la noche, la ley no escrita del gallinero
Pero Cristóbal, el gallo batarás, emulando al tenaz descubridor Cristóbal Colon seguirá desafiante, correteando a las gallinas y cantando cada nuevo día. Porque el gallo canta hasta morir, aunque nunca ponga huevo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Primavera..

El amor, único protagonista.
Por Rubén Guirland

Me vestí apurado. Quería llegar temprano al picnic que organizamos los compañeros del 2º curso. Para eso elegimos la casa del gordo Quiñones.
Una casa quinta, de amplio patio y arbolado que está un costado de la ciudad.
Yo era una pieza fundamental en la fiesta, debía llevar el “ranser”, mi tocadiscos portátil que funciona con 4 pilas.
Llegué a eso de las 3 y media. El día hacia gala del inicio de la estación. Nos iluminaba un sol radiante.
Primaveral, que apuraba a nuestras inocencias de juventud a experimentar nuevos sentimientos.
Más de media docena de compañeros ya estaban esperando mi llegada, para estrenar algunos simples.
Otilio Orué llega orgulloso con su long play del “trio galleta”, el surdo Centurión trajo un doble de Piero.
Una compañera consiguió uno de Juan Y Juan, otra trajo de Tormenta y yo llevé los iracundos (infaltable) , trocha angosta, rabito y otros.
A esta altura y en la emoción ya mi corazón aleteaba como una paloma asustada, en el vano intento de escapar de su jaula.
Mi angustia tenía un motivo: El amor
Cupido ha decidido que ha llegado el momento.
Estar enamorado. Ese dulce sufrimiento.
Angustia, miedo, incertidumbre.
Un sentimiento nuevo. Muy nuevo, que solo nombrarlo asusta.
Pronto llegan más compañeros, con sus jolgorios. El disco de los iracundos da vuelta y vuelta con el tema del momento: “primavera…primavera… que los compañeros piden una y otra ves.
Vitina, la alegre del grupo entre cantos y risas, invita bailar al grupo. Muchos se prenden. Otros compañeros se reúnen en pequeños grupos de dos tres para tomar coraje y así invitar a bailar a las chicas de sus preferencias. Casi todos éramos debutantes.
Y entonces aparece ella, motivo de mi desvelo. De mi temor, incertidumbre, aprensión.
Cabellos sueltos color miel, zapatillas, minifalda y su cuerpo de niña adolecente.
Apenas llega, el gordo Quiñones la invita una limonada, que ella rechaza. Entonces la toma de la mano y la lleva casi arrastrando a bailar, pese a su débil protesta.
En mi ranser gira el tema felicidad por los Iracundos…
Pronto el gordo Quiñones queda exhausto y me remplaza en la discoteca. Y mi oportunidad de bailar con ella.
El susto me invade, me gana mientras ella se acerca decidida y toma algo del refresco de la garra de cristal.
Después me mira directamente a los ojos y me invita a bailar.
Ojos color marrón, color miel que baja todas mis defensas..
La seguí hasta el centro de la pista.
6,7 pasos que fueron las escaleras al cielo.
La abracé (casi con torpeza y temor, al comienzo); pero pronto ella me anima y comenzamos a bailar muy juntos.
La tibieza de su cuerpo y el calor de sus manos me transportan a otra dimensión, hasta borrar de la escena a mis compañeros.
Solo eran reales la música, ella… y el amor.
Luego el tierno abrazo y el beso fugaz, casi robado. Se constituyen en el primer peldaño de la escalera al cielo… o al infierno.