jueves, 8 de noviembre de 2007

PUTA MADRE

POR RUBEN GUIRLAND
Domingo con aguacero. Lluvia de verano, sorpresiva, repentina, pasajera. De repente bajan todas juntas; un montón de gotas. Se precipitan como flechas de cristal, con ruido a estampidas.
Se estrellan contra el piso, para elevarse pronto, como coronas de cristal.
Y la lluvia se aleja ruidosa, casi ordenadamente, como si por magia volviera a treparse a la misma mancha negra de la que descendió
Se retira montada en una nube viajera, llorona, con forma de fantasma ondulante.
Abajo queda la tierra humeante, sedienta, hinchada y preñada.
Pero la nube indiferente se aleja, acompañada por su fiel sombra, que le sigue galopante, como un fugitivo rengo y lastimado.
Ya la lluvia no está.
Queda la tierra pegajosa, mancha, tinta sangre, Humedad que dibujas fugaces imágenes, espectros. Fantasmas que danzan con la briza, antes de ser aniquiladas por el calor
Rafael Morinigo Espinoza, sentado en el zaguán de su casa se calza su alpargata bigotuda.. Sultán, realiza su habitual ritual de girar y girar antes de decidir tumbarse en el suelo, a los pies. Posición que poco le duró, porque antes de que pueda deleitarse rascándose las pulgas y los piques, de un certero bastonazo lo ahuyenta Rafael.

Es el domingo en la chacra. Tranquilo. Demasiado tranquilo.
Gallinas que cacarean, pollitos, perros con pulgas, chanchos con piques…
Tranquilo. Demasiado, que aprieta y agobia el alma.
Es lo que piensa Rafael Morinigo mientras se acomoda en su silla y espera.
Solo espera.
Mira para el poniente, allí donde se pone. Allá donde, a menos de media legua un camino serpenteante (como una serpiente oscura), dibuja el asfalto de la ruta.
No queda lejos, hasta es posible escuchar el andar y el ronroneo de los camiones y colectivos.
De la cocina emana el humo gris y se escucha el crepitar de las maderas húmedas al quemarse.
Tranquilo…
Jacinta! ..calentame la pava . Se enfrió…
Jacinta-la doña- aparece de la nada, con su delantal rosado desteñido por el uso y el tiempo.
Sin mediar palabra, agarra la pava. De un costado de su boca emerge y descansa el eterno cigarro. Apagado como siempre.
Solo lo mastica, sirve para no ponerse nerviosa, calma la ansiedad. Aplaca la angustia, esconde…esconde todo.

Allá a los lejos se escucha el ruido de un camión. Llega atenuado, apaciguado por los ruidos de los arboles al mecerse con el viento, el cacarear de las gallinas y algunos ladridos de perros.
Todos conjuran y amortiguan el ruido: atentan al oído atento, juegan a la adivinanza con los sentidos. A la verdad y la mentira.
Ya casi mediodía.
El micro “El rápido del norte” ya debería estar llegando…o pasado.
La impaciencia y los minutos eternos...y el micro que no aparece
Como el domingo pasado. Ella no viene.
Es la espera en la chacra. Donde el tiempo se mide y se palpa diferente.
El cultivo, la lluvia, la seca, la hormiga, el granizo, la oruga…y esta ausencia; son las medidas del tiempo en la chacra.
Estará enferma. Sola en el hospital, eso puede ser. Se repite, en busca de alivio y explicación.
Un domingo de espera muy largo y el sol caliente que comienza a inclinarse en su despedida.
Rafael, decide bajar al pueblo antes que el sol caiga del todo.
A comprar kerosén y una camisa para la lámpara “petromax”. Y para aplacar su ansiedad.
Lleva en un bolso de arpillera queso y huevos caseros para cambiar con don Torivio el almacenero por provisiones.
Un trueque. Es lo acostumbrado. Por ahí, es posible que don Toribio le invite un trago, de cortesía. Como suele pasar, para el acortar el regreso.
-Pruebe esta caña blanca ante de retirarse; me trajeron del otro lado. La casa convida - fue la frase del almacenero.
-Haa…casi me olvido. El micro dejó esta encomienda para Ud. Agregó en tono de disculpa.
Y el retorno, por el mismo sendero, con el sol rojo y palpitante despidiéndose.
Dos leguas, las provisiones y el bulto.
La llegada a casa junto con la oscuridad, solo sultán sale a homenajear con sus ladridos el regreso.
-Traje todo. Y también una encomienda del colectivo.
Saluda con olor a alcohol. A caña barata.
Jacinta silenciosa intuye, mira la caja y presume lo peor.
El corazón se da vuelco. El pulso acelera a mil. Pero calla. Ningún gemido, ni lagrima. Solo mastica más fuerte el cigarro.
Una caja con ropa, frazada de lana, y una radio a pila.
Y dentro un sobre que contiene 200 pesos y una carta de letras temblorosas.
Mama: le mando con el colectivo estas cosas, y esta plata que un señor muy bueno me regaló.
Ahora me lleva a BS As, porque dice que allá voy a ganar mucha plata..
Estaba muy apurado y por eso no puedo ni despedirme de uds
Dice que soy muy linda, y que solo tengo que trabajar de noche.
Les quiero mucho, el señor dice que pronto no voy a poder volver.
A todos los voy a extrañar muchos
Tu hija Cristina.
Y llega la noche, al oscuridad que todo lo envuelve.
Pablito, el hijo de Cristina de apenas 2 años y medio ya está dormido. Es aún muy chiquito para comprender.
De la carta Rafael no entendió nada. O entendió todo.
Jacinta, no dijo nada, solo guardó silencio. Ningún gesto, solo mordió más fuerte el cigarro.
Ya la noche ganó en la chacra.
Para que Pablito duerma, olvide la ausencia y sueñe con la tibieza del abrazo de la madre.
Y en sueños corretee feliz con los ángeles
La noche será larga.
Pablito duerme.
Las pesadillas son para los grandes que no logran el sueño.
En la profundidad de la noche, el silencio solo es roto por un corto ladrido.
Después la nada, el vacio tan grande como la angustia.
Por esta ausencia, solo queda el consuelo de rezar y llorar
De repente, un largo aullido de sultán…
“dicen que los aullidos del perro anuncia desgracia”, ellos saben…
En repuesta, Jacinta apenas aumentó el cuchicheo de su apurado rezo: “santa maría…madre de Dios…
Rafael Morinigo Espìnoza no reza.
Puta madre...!!! Es el grito gutural que le explota del corazón.